jueves, 22 de abril de 2010

De vez en cuando paso por la casa de antes
y en la vidriera de zapatos ortopédicos
miro las manos de un muñeco vendado.

Hace mil años que está ahí.
Sólo le han ido cambiando el escenario:
columnas de yeso con zapatos,
enanos de jardín entre muletas,
una guirnalda navideña que celebra
la prosperidad del negocio y la renguera.

No sé qué me asombra más: si lo que cambia
o lo que permanece;
pero qué alivio pensarlo en ojotas,
con una flor en la cabeza
hoy que es verano.